#ElPerúQueQueremos

Explicando la dictadura noventera

Caminos, Ciencia y Back to the Future

Publicado: 2015-10-27

Es la primera respuesta cuando me lanzan la típica pregunta de “slam”, back to the future, sin detenerme en contener el entusiasmo. No necesariamente es la que más me influyo (pues es totalmente improbable saber en verdad que le influye, o influirá, sobre uno) pero si estuviera en mi elección, ésta lo sería.

No fueron sus efectos visuales que por ese entonces ya comenzaban a garantizar el gusto de los menores, y aunque no lo quisiera aceptar y me lo repitieran incansablemente durante aquellos años, por ese entonces era un niño. Tampoco el extraño sentido del humor que usaban, tan diferente al que me bombardeaban los fines de semana con el tan peruano ‘risas y salsas’. Fue quizá la indiferencia de muchos al catalogarlo como “otra película gringa” de los domingos televisivos, pues mi edad no me permitió verla en pantalla grande, sino como antesala de la revista dominical o en otras ocasiones luego del almuerzo familiar. Su repetición constante logró engancharme en momentos de eterna ociosidad que solo la niñez te puede otorgar. Me la aprendí de memoria, y las palabras del doc comenzaban a enseñarme algo más que simple alusiones extrañas a la gravedad. Sin darme cuenta había entrado la curiosidad científica en mi vida.

Hasta ese momento todos los trabajos que conocía en el mundo eran prácticos y tremendamente aburridos, tanto que me asustó el día que descubrí que para vivir había que trabajar. En cambio el personaje de bata blanca me mostró que la curiosidad era posible como forma de vida, como una labor necesaria para descubrir misterios incluso más lejanos que las que la misma ciencia cubría. Que la ciencia era algo más que la excusa que los profesores usaban para volverse mucho más aburridos de lo que en verdad ya eran. A ninguno de ellos les brillaban los ojos ni se entusiasmaban por ir a otras realidades ni por explicar el mundo que les rodeaban, magnífico contraste con la escena en que regresan ambos al Hill Valley decadente tan parecido al centro limeño noventero.

Realidades paralelas, dimensiones, viajes en el tiempo, posibilidad de volar, cobraban color en imágenes futuristas a tal punto que me tomó mucho tiempo diferenciar la ciencia ficción, la charlatanería, y el quehacer científico. A pesar de dicho efecto, que me llevó a sintonizar de forma compulsiva el canal infinito, señal 49 de mi recién instalado cable mágico, el daño estaba hecho. La curiosidad por la explicación de lo que me rodeaba me llevaría por caminos insospechados, hasta irremediablemente infructuosos, pero siempre entretenidos; descubriendo, pese a toda educación formal, que para la ciencia no se necesitan caminos.

Un regalo de Biff


Escrito por

Conductéfilo

Amante de la buena y mala conducta.


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