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INtro de Watchmen de Zack Snyder, basado en una novela gráfica de Alan Moore

Salir Adelante

“El criollismo es más aún. Es también viveza criolla. Hay una palabra proscrita que expresa mejor, más gráficamente, este “valor inscrito en la singular tabla axiológica del criollo. ¿Qué es la viveza? Una mixtión, en principio, de inescrupulosidad y cinismo. Por eso es en la política donde se aprecia mejor el atributo. En síntesis, consiste en la flexibilidad amoral con que un hombre deja su bandería y se alinea en la contraria, y en el provecho material que saca, aunque defraude a los suyos, con el cambio”.

(Salazar Bondy, 1974)

Publicado: 2016-01-29


Hoy amanecí con menos ganas de ser peruano. No por las encuestas presidenciales, ni por los políticos, sino porque quizá el único rasgo común que tenemos todos los hijos de esta tierra del sol se ha puesto sobre el tapete. Sé que no es la primera vez, tampoco será la última, así que no me pondré a martirizar moralmente. Ok, quizá solo un poco.

El criollismo más que una rutinaria festividad que compite con una fecha gringa en el calendario, es parte de nuestra sangre, una extraña identidad maltratada. La sensación de ser criollo se mantiene constante desde el lejano virreinato, la misma que afectaba a los hijos de los españoles quienes no podían tener los mismos privilegios de sus padres y cuando buscaban la camarería de los nativos encontraban un odio completamente entendible. Esa posición de no tener ningún lado a favor, de estar solo contra el mundo sin historia, concluyó en una identidad definida por la negación. Una desconfianza sin reparos en disimulo se instaló. La orfandad cultural se hizo con un lema que deja chico a las huachaferías nacionalistas que adornaron nuestra infancia: “salir adelante”.

Como suceden con las peores ideas de la humanidad, su compactividad y redundancia ayudan a su fácil propagación, ni que decir de su innegociable veracidad. Pues acaso quién podría estar en contra de las personas que “salen adelante”. Al igual que la zanahoria que motiva al caballo a seguir su camino, la frase se ha convertido en el más importante insumo moral.

Difícilmente alguien puede negar el criollismo en la vida propia. Comprando ropa robada, plagiando en un examen, aprovechando el descuido del cobrador para evitar el pasaje, o hasta en sus versiones institucionalizadas como el soborno, los colegios de secundaria acelerada o el tráfico de influencias. “Todo es tolerable mientras nadie lo sepa”, “al final todos lo hacen”, “uno tiene que estar dispuesto a lo que sea para salir adelante”, “no seas tonto pues sobrino”.

Todavía recuerdo mi iniciación formal. Era un grupo de púberes de clase media baja en una casucha por las inmediaciones de la peruanísima av. Grau. El papá del más avispado del grupo, asustado de que su hijo repita el grado, le había dado el dato de que allí hacían experimentos a pedido. Un señor nos trató con naturalidad mientras pequeños hombrecitos acompañados de sus padres hacían fila ante el estudiante de ingeniería que trataba de ganarse unos soles de más. El nerviosismo que algunos del grupo aún manteníamos se nos fue con la complicidad, con la sensación de ser más vivos que esos chancones sin vida que dejan de jugar para hacer cosas aburridas.

La complicidad momentánea se acabó cuando descubrimos que mutuamente teníamos el poder de jodernos, de tirarnos dedo. Para entonces ya era demasiado tarde, el criollismo y la desconfianza se habían hecho carne, solo quedó salir adelante.

A lo mejor no es que el mendigo no vea el banco de oro, de hecho sospecho que sabe lo que tiene abajo suyo. Nuestra dificultad más grande como meros observadores es poder entender por qué se mantiene sentado contra todo pronóstico. El mendigo lo sabe bien, sabe que nunca más se dejará agarrar de cojudo.




Referencia

Salazar, S. (1974). Lima la horrible. Peisa: Lima.


Escrito por

Conductéfilo

Amante de la buena y mala conducta.


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