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Prenda y destino

Publicado: 2016-06-19

Hoy me encuentro en un centro comercial, exactamente al frente de enormes cantidades de prendas de vestir correctamente enfiladas y ordenadas. Además de tomarme un tiempo para desencadenar mi desconfianza habitual sobre la publicidad engañosa, y no me refiero a la diferencia entre como luce la ropa en los maniquís o en las fotos con modelos y en el cuerpo propio, sino al engaño sutil sobre la posibilidad de que las prendas puedan lucir igual de ordenadas en nuestros respectivos domicilios. La desconfianza ha llegado a un punto en el cual puse en duda mi normalidad psicomotriz, tentándome a recurrir a los especialistas indicados. El tema ya será motivo de un próximo desperdicio de página. 

Lacoste:
Ejemplo de imposibilidad de doblaje

Cuál prenda, qué pantalón, qué camisa o zapatilla se aventurará a acompañarme forzadamente dentro de los próximos años. Cuál de todas sufrirá el martirio del uso desproporcional y sádico que suelo brindarles a mis acompañantes hechos de algodón sintético. Cada vez que me veo obligado a suministrarme de nueva vestimenta una cierta sensación de minoridad en relación al universo e ignorancia sobre el futuro aparece, pues en ese frío intercambio monetario se encierran los designios del azar. Ese polo presenciará un próximo viaje al extranjero, aquél pantalón experimentará el peso de algunas lágrimas ante la partida de un ser querido, esas zapatillas me detendrán de realizar algún acto desesperado en nombre de esos ideales que de seguro cavarán mi tumba. O quizá, poniéndome más dramático de lo que habitualmente suelo ser, alguno de ellos se bañará de sangre propia o servirá como torniquete momentáneo para alguna herida física o espiritual que cause a algún camarada. Yéndonos a los extremos, incluso podría estar eligiendo mi última prenda y torpemente solo pensar que lo usaré en la próxima salida al cine.

Pues no es menor suposición la conclusión que doy, ni el escalofrío que me ataca al pensarlo. ¿No es ya un hecho que cada una de nuestras actuales prendas callan tanto pasado entre sus hilos? Tantas historias se sumergen entre los retazos que la componen que ninguna lavada podrá quitar. El armario alberga uniformes de batallas pasadas que nos gritan al oído aquello que no le hemos contado a nadie. Confidentes, camaradas o trofeos de luchas. Siempre viene a mí la imagen nerd del centro de mando power ranger, los trajes viejos de las primeras generaciones convirtiéndose en rastros arqueológicos o pequeños santuarios dependiendo de la sensibilidad del observador.

Ni qué decir de las prendas que más se aferran a nuestra humanidad, mal llamadas ropas interiores. Sus próximos o anteriores desprendimientos pueden determinar el curso de vidas enteras. En este caso los impertinentes trozos de algodón suelen ser menos reservados, a diferencia de la ropa visible, sus gritos o susurros pueden llegar a oídos distintos al de los propietarios; y paradójicamente, aparecer justo cuando más se necesita la virtud del silencio. Más que precisa la normativa de los ‘malls” de no aceptar devoluciones, que de seguro no se debe estrictamente a razones higiénicas como nos han hecho creer. Claro que no. Imagínense las colas enormes de clientes apelando a las indiscreciones de sus pequeños amigos de algodón para poder deshacerse de ellos. Desde mi opinión, mutua traición.

Es por lo anterior, que prefiero las tiendas por departamentos en vez de los enormes emporios “populares”. No se debe a una actitud clasista, ni a una forma deformada de correctitud política, es estrictamente un deseo egoísta de paz espiritual. Las primeras, mediante una pésima selección musical, actúan como pequeñas capillas generando el fondo necesario para convertir a la compra en la eucaristía capitalista del siglo XXI por excelencia. Dichosos los que puedan generar tal estado de ensimismamiento al compás de empujones o aceleramientos de la ‘jaladora’ de turno. Los menos habilidosos en las artes místicas requerimos la comprensión suficiente que solo puede ofrecer un monje disfrazado de vendedor, que espera pacientemente que alguna prenda despierte el encrispamiento en el cliente.

Pues hoy no solo me encuentro comprando una prenda sino eligiendo un pedazo de destino.



Escrito por

Conductéfilo

Amante de la buena y mala conducta.


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